¿Eres adicto al estrés?

Tal vez la primera pregunta sería si se puede ser adicto al estrés;
¡la respuesta es SI!
El estrés aparece en nuestras vidas como parte del proceso evolutivo, ya que nos permite
adaptarnos a las exigencias del entorno.

Nuestro cuerpo contraataca a través de un complejo patrón de reacciones fisiológicas, cognitivas, emocionales y conductuales. Precisamente, este proceso de activación psicofisiológica puede despertar el centro de recompensa del cerebro del mismo modo que lo hacen las drogas.

Cuando se produce la situación estresante, el cuerpo libera hormonas, como el cortisol y la adrenalina, y neurotransmisores, como la dopamina, lo que permite aumentar los niveles de energía, desactivar funciones no esenciales y canalizar los recursos hacia los músculos y el cerebro.

Aunque puede parecer difícil relacionar el estado de estrés con las drogas, si existe una semejanza ya que a una acción o reacción existe una recompensa a nivel neurológico.

Un ejemplo lo podemos ver en el plano laboral en particular, podría caracterizar a aquellas personas que se sienten reconfortadas después de terminar con éxito una tarea exigente y extenuante.

En niveles moderados el estrés es normal e, incluso, «imprescindible», una situación de estas características que se prolonga y de la que la persona no se ha podido recuperar adecuadamente, «la tensión se cronifica«, lo que aumenta las posibilidades de experimentar problemas para la salud como cefaleas, problemas gastrointestinales, hipertensión arterial, coagulación de la sangre, problemas en el pelo y la piel, deterioro cognitivo, ataques, trastornos del sueño …

El secreto está en reequilibrar neuroquímicamente el cerebro. Puede hacerse recuperando nuestro organismo mediante prácticas y técnicas saludables, como el mindfulness, meditar, hacer yoga, tai chi entre otras. Pero, sobre todo, estableciendo comportamientos o hábitos de entrenamiento que fortalezcan nuestra capacidad para resistir a la naturaleza adictiva del estrés.

El estrés en sí no es el problema, sino la cronicidad de las situaciones que lo provocan.

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